martes, 23 de noviembre de 2010

Valle de Lago o el esplendor de Somiedo


El Concejo de Somiedo fue lo primero que conocí de Asturias, hace ya muchos años (¿tantos?) en el que era uno de mis primeros viajes turísticos de verdad. Para alguien acostumbrado a un paisaje muy austero como el castellano o más mediterráneo y “domesticado” como el de la tierra de mis ancestros por Alcoy, el verde intenso de Asturias y su exhuberancia fueron todo un shock, y ese primer contacto resultó inolvidable.

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Tanto que, años después, cuando decidí volver a Asturias, Somiedo era un paso obligado de mi viaje, en parte como una concesión a la nostalgia, pero también seguro de que la belleza de ese rincón del Principado era una apuesta segura.

Y dentro de Somiedo recordaba con especial cariño al pequeño pueblecito de Valle de Lago, el más alto de Asturias pues está situado a unos 1.200 metros, y uno de los que cuenta, creo yo, con un entorno más espectacular, con una naturaleza que parece (y en algunos puntos me atrevería a decir que es) absolutamente virgen.

Está enclavado a unos siete kilómetros montaña arriba de Pola de Somiedo, en la entrada de un precioso valle de origen glaciar que termina en un lago rodeado de picos de más de 2.000 metros (sí, como pueden ver el nombre no ganará el concurso de originalidad).

Desde Valle de Lago parten varias rutas por las que caminar montaña arriba, la más famosa de las cuales es la que les llevará al lago al final del valle, uno de los más grandes de Asturias y, sobre todo, enclavado en un perfecto círculo glaciar que se refleja en sus quitas y oscuras aguas.

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La senda no es excesivamente dura, aunque aquellos que no estén acostumbrados a caminar podrán encontrarla un tanto larga: son unos siete kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, con la posibilidad de extenderla un poco más si se dan algunos pequeños rodeos subiendo por las laderas o si, como hicimos el día que estuvimos allí, paseamos también alrededor de la amplia circunferencia del lago.

Por el camino, además de la propia espectacularidad del valle y su perfecta y llamativa forma de U nos iremos encontrando con todo aquello que compone una perfecta estampa turística asturiana: les vaques pastando en aparente libertad por los campos, los teitos con su tejado de ramas, y los espesos bosques de robles y hayas en los que todavía se esconde el oso pardo (y lo hace tan bien que no esperen verlo)…

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En definitiva, un hermoso lugar en el que podemos conocer de cerca la naturaleza asturiana, sin necesidad de ser unos expertos en trekking pero al mismo tiempo con un trayecto cuyo premio final, la llegada al precioso lago desde el que se ve buena parte del valle, nos hará sentirnos orgullosos de nuestro paseo.

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