lunes, 17 de enero de 2011

RUTAS DE LOS ANCARES: DEL REFUGIO "CLUB ANCARES" AL PICO "TRES OBISPOS"


DIFICULTAD: Fácil hasta la Campa Tres Obispos, media hasta la cumbre del Tres Obispos
TIEMPO IDA: 2h y 20min
LONGITUD RECORRIDO IDA: 7,5Km
Nuestro itinerario comienza saliendo del albergue del Club Ancares, a unos 1360 m. de altura. En el cruce de la carretera con la pista hacia el Tres Obispos, se encuentra un cruceiro y un bloque de piedra con un gráfico esquemático de las cumbres. Aquí comenzamos a andar por una pista asfaltada y traspasamos una valla de control de acceso de vehículos. Un kilómetro más tarde, llegamos a una bifurcación del camino (Alt. 1400m); a la derecha se encuentra una pista de tierra que baja hacia Cabana Vella que ignoramos y seguimos de frente nuestra ruta.


A unos 300 m. de la bifurcación, el asfalto da paso a una pista de tierra. Continuando unos 15 minutos alcanzamos una fuente a la izquierda del camino. En este punto hay un camino a la izquierda que no sedebe tomar, continuando por la pista principal que va de frente y hacia la derecha. La pista llega hasta la Campa de Ortigoso: una pradera situada a 1.460 metros de altitud en donde crecen bellos ejemplares de acebos.
Atravesamos la Campa de Ortigoso siguiendo por la pista a media ladera del Pico Bois, atravesando un espectacular bosque de robles y abedules. A partir de la Campa nos encontramos con el camino completamente nevado, lo que nos obliga a ralentizar la marcha.
Tras rodear el Pico Bois alcanzamos la Campa de los Tres Obispos, a1581 metros de altitud y a 1 hora y 45 minutos de salir del Albergue, donde según la tradición se reunían los Obispos de la Tres Sedes episcopales limítrofes de Lugo, Astorga y Oviedo. La Campa es una pradera-mirador desde la que se divisa no sólo el Tres Obispos, sino muchos otros picos emblemáticos de la Sierra de los Ancares. Aquí la pista deja de ser transitable para vehículos para convertirse en senda. Hasta este momento nuestra ruta ha sido fácil y agradable. Para proseguir la ruta debemos salvar pronunciados desniveles cresteando por el cordal de la Sierra, superando dos lomas antes de acometer la ascensión final al Tres Obispos.
Siguiendo la línea de cresta se asciende hasta la Campa das Ovellas (Alt. 1705m). Desde este punto accedemos a la cumbre delTres Obispos (1792 m) subiendo por un estrecho y empinado sendero que nos lleva finalmente hasta la cumbre, tras 2horas y 20 minutos de ascensión a ritmo suave.
El buen tiempo nos acompaña, por lo que aprovechamos para comer en la cumbre, disfrutando del espectacular paisaje que se divisa desde el Tres Obispos: las formidables siluetas de los picos Mustallar (1924m) o Pena Rubia(1821m) y, oteando el horizonte, otros perfiles destacados de la geografía española como son el Peña Ubiña, los Picos de Europa o las Médulas de León.

----------------------------------------------------TIEMPO ESTIMADO DE VIAJE: 2h y 10min desde La Coruña 
COSTE ESTIMADO DEL VIAJE: 30€ (ida y vuelta, incluyendo peaje y carburante)

ITINERARIO: Desde La Coruña, Lugo, Ponferrada o Madrid por la A-6 y desviarse en Becerreá para coger la carretera LU-722 hasta Liber, donde tenemos dos opciones, bien seguir hacia San Román de Cervantes o tomar carretera local a Doiras, ambas confluyen hacia Degrada, donde se encuentra situado el Albergue Club Ancares. Recomendamos escoger la primera opción (a Degrada por San Román). Se trata de una carretera sinuosa pero sin especiales complicaciones.

Viejas montañas llenas de antiguas historias


Área de media y alta montaña, en el extremo occidental de la cordillera Cantábrica. El espacio natural se extiende por un área más extensa, compartido por la Comunidad Autónoma de Castilla y León (provincia de León, cerca de 56.000 ha) y el Principado de Asturias (Ibias). Está drenada por la cuenca del río Navia, con múltiples afluentes (Rao, Ser, Cervantes) y subafluentes (Murias, Xunquiñas, Piornedo, Ortigal, Vara, Brego, Noceda), que discurren de este a oeste. El rango altitudinal va de los 460 a los 1.935 m s.n.m., encontrándose una buena parte del cordal suroriental alrededor o por encima de los 1.800 m s.n.m. (Mostallar, Corno Maldito, Tres Bispos, Penarrubia).

Pertenece a la Región Eurosiberiana, provincia Atlántica-Europea, Subprovincia Orocantábrica y Sector Laciano-Ancarense. El subsector corológico correspondiente (Coureliano-Ancarense) es casi exclusivo de estas montañas surorientales de Lugo. Dominio climático Oceánico de Montaña, con precipitaciones medias anuales de 2.042 mm (a media altitud) y temperatura media de 8 ºC (aunque la media de las mínimas invernales puede rondar los 2 ºC bajo cero y los 4 ºC la media anual de las cumbres), un promedio de 157 días libres de heladas y frecuentes, aunque irregulares, precipitaciones en forma de nieve entre noviembre y abril.

Alrededor de la mitad de la superficie del espacio natural está ocupada por diferentes tipos de matorrales y monte bajo, que predominan en laderas de solana y en las cumbres. A partir de los 1.700-1.800 m desaparece la vegetación arbórea, que es sustituida por formaciones de brezos blanco, piornos, tojos y enebros rastreros, juntamente con diferentes pastizales asociados a suelos esqueléticos y pedrizas. En valles de origen glaciar se desarrolla una vegetación propia de zonas higroturbosas (brezales higrófilos, cervunales, etc.). La vegetación arbórea es particularmente diversa, variando según la orientación de los montes y el gradiente altitudinal. Asociados a la presencia de aldeas y a los cursos de agua, en los fondos de valles y laderas bajas hay soutos de castaños, bosqueres de avellanos y arbolado ripario. A mayor altura (hasta unos 1.000 m de altitud) y en fuerte pendiente, predominan los robledales de roble melojo en las vertientes de solana, alternando con brezales de Erica arborea, mientras que en las umbrías aparecen los bosques montanos más extensos y variados, dominados por carvallos y robles albares, acompañados de avellanos, robles melojos, fresnos, arces, etc., con un sotobosque rico en arándanos, entre otras muchas especies. Entre los 1.000 y los 1.800 m se encuentran los acebales, algunos muy extensos, y los abedulares, acompañados de serbales y tejos, con estratos arbustivos y herbáceos bastante densos. En la parte septentrional del espacio natural (Murias-Rao), la escasa influencia mediterránea se hace notar en la presencia de alcornoques y madroños. En conjunto, la masa arbórea autóctona es posiblemente la más extensa y mejor conservada de Galicia, con sus mejores representaciones en los valles de los ríos Ortigal, Vara y Brego. También existen algunas plantaciones forestales de pinos.

Don Miguel de la Mancha



‘Manchego moderno’ suena tan esforzado como la quintaesencial ‘música militar’. Sin embargo, este oxímoron estilístico —que parece reunir las puertas de cuarterones con las mesas de vidrio en un despacho de notario joven— se ha transmutado por obra y gracia de Almodóvar en un social realismo costumbrista que digiere lo rural en la metrópoli. En contraste con esta hibridación estética, la arquitectura ha perseguido la modernidad en el sustrato racional de la construcción vernácula: no tanto mezclando lo viejo con lo nuevo como procurando encontrar en la tradición un basamento sólido de ingenio material, adecuación climática y sabiduría antropológica. Esa inteligencia decantada de la tapia y el balcón, el patio y el corral, el sótano y el zaguán, entra en sintonía con el empeño de las vanguardias por reducir la arquitectura a su desnudez esencial, y establece un territorio en el que lo ‘manchego moderno’ puede enunciarse sin temor a la sonrisa irónica o el desconcierto perplejo.
El nonagenario Miguel Fisac, al que rutinariamente se describe como un manchego universal, hizo honor a esa síntesis de lo local y lo global —que es otra manera de designar tradición y modernidad— con su casa de Almagro, remodelada en 1978 con sus característicos encofrados flexibles, y ha regresado un cuarto de siglo después al mismo lugar para levantar, en la acera de enfrente de la calle de las Cruces, otra casa para una amiga editora que resulta contener un cúmulo de lecciones exactas y escuetas. Desde el paño casi ciego de la fachada norte —apenas puntuado por el balcón en escorzo sobre el portón del garaje que se camufla en el paramento encalado—, en línea con la práctica vernácula de cerrar la casa a la calle y abrirla al interior, hasta el ‘patio frío’, con su ciprés, oculto tras ese muro protector en el límite rotundo entre lo público y lo íntimo, y pasando por el zaguán empedrado, el sótano excavado en la roca o el corral convertido en jardín romántico y ruinoso, cada mínimo gesto evidencia la sabiduría lacónica de una tradición muy moderna.
Dice Vargas Llosa que en el Quijote se hallan a la vez el rechazo del nacionalismo y el amor a la ‘patria chica’, y esa conjunción de escepticismo identitario y arraigo íntimo la explica el escritor peruano argumentando que “las ‘patrias chicas’ son patrias generosas, carecen de fronteras”. Fisac, que es cervantino por devoción a su origen, pero tan admirador delQuijote como vehemente detractor del Persiles, ha sabido ser manchego en Almagro sin detraer un ápice de su espíritu cosmopolita, levantando esta vivienda breve para una editora vasca que habita en Madrid un edificio construido por un gran arquitecto catalán, el Girasol de Coderch, y esa feliz mezcla de patrias generosas vibra en sintonía con el ánimo viajero y visionario de don Miguel, que recorrió varias veces el mundo para llegar a la conclusión de que el futuro sería modelado por la aviación comercial y el auge de China, un pronóstico que acaso orientó la trayectoria profesional de su dos hijos, uno de los cuales es ingeniero aeronáutico y piloto, y la otra dirige el Centro de Estudios de Asia Oriental en la Universidad Autónoma de Madrid.
Mientras el rey homenajea con el premio Cervantes a ese extraordinario escritor y admirable ciudadano que es Rafael Sánchez Ferlosio, los arquitectos podemos sumarnos a la fiesta llevando la mirada del Jarama al Guadiana, para seguir el último episodio de las industrias y andanzas de otro intelecto insumiso, que ha celebrado este año centenario del Quijoteregresando a su patria manchega y materna para reiterar la vigencia del consejo del maese Pedro cervantino —“llaneza, muchacho, no te encumbres, que toda afectación es mala”—, en una penúltima salida donde no han faltado curas y barberos empeñados en desengañarlo de su lucidez libérrima. Pero este 2005 recordamos también la publicación de unos artículos de un empleado de la oficina de patentes de Berna que transformarían tanto nuestra visión del mundo como la capacidad de intervenir en él, y es lícito preguntarse si los autores de El testimonio de Yarfoz y el Centro de Estudios Hidrográficos no se sentirán tan próximos a la emoción deslumbrante del conocimiento científico y al desafío racional del desarrollo técnico como a la integridad moral y la libertad testaruda del hidalgo manchego, arcaico y moderno lo mismo que Ferlosio o que Fisac.

Paisajes españoles


La disolución del Ayuntamiento de Marbella ha situado al urbanismo en el centro del debate político, y las primeras señales de debilitamiento del mercado inmobiliario colocan la construcción en el eje de la discusión sobre el modelo económico y territorial de un país que parece abocado a elegir entre prosperidad y paisaje. (Fotos: Cordon Press; Abajo: Marc Ritchie)
Marbella ha sido sometida a un exorcismo. Con la disolución del Ayuntamiento y la prisión de sus responsables, la España política y judicial ha querido conjurar los demonios demasiado familiares de la especulación y la corrupción, expulsando los espíritus malignos del cuerpo sano de una joven democracia. Sin embargo, Marbella es más bien el caso extremo de una enfermedad común: si la patología penal alcanza allí su manifestación más grosera, los síntomas se detectan por doquier. Tanto las costas como la periferia de las ciudades, y aun las zonas rurales hasta ahora intactas, están sufriendo una mutación histórica impulsada por el auge económico y las nuevas demandas ciudadanas. Desde el dolor que causa contemplar la acelerada desaparición de los paisajes naturales, solemos describir este proceso de colonización con términos médicos como infección o metástasis; pero este crecimiento impetuoso puede entenderse también como producto de la vitalidad y el dinamismo de una sociedad próspera y hedonista, que multiplica sus exigencias con impaciencia abrupta. El territorio es siempre un retrato físico de la cultura que lo ha modelado y, nos guste o no, los nuevos paisajes españoles reflejan con exactitud lo que hoy somos: acomodados, vulgares y satisfechos.
El avance imparable del asfalto, lo mismo que la burbuja inmobiliaria, no es producto sólo de la corrupción o la codicia; proviene de una demanda social de primeras o segundas residencias que los bajos tipos de interés y las interminables hipotecas han hecho caudalosamente asequibles, y que la unánime motorización y las nuevas infraestructuras de transporte han hecho razonablemente accesibles. En la década de los noventa, el suelo urbanizado en España aumentó un 25 por ciento (un porcentaje que se eleva al 50 por ciento en Madrid o en la costa levantino-murciana), y esa extensión del cemento y el ladrillo suscita en todas partes la misma reacción contradictoria: desánimo ante la destrucción del medio natural y animosa adquisición de apartamentos próximos al mar o de viviendas en promociones de baja densidad en las periferias urbanas. El urbanista Ramón López de Lucio se tomó recientemente la molestia de documentar los nuevos paisajes residenciales en las proximidades de Madrid, y el resultado fue tan desmoralizador como estimulante; por un lado, la baja intensidad del ambiente urbano desplaza toda la actividad a grandes centros comerciales que sirven para financiar los costes de urbanización, aunque privatizando el dominio colectivo y abandonando al vandalismo el espacio público residual; por otro, los convencionales desarrollos de adosados o bloques de baja altura que forman la mayor parte de los nuevos conjuntos son uniformemente espaciosos y funcionales en su configuración, y de razonable calidad material en su ejecución: homogéneos en su mediocridad exánime y ensimismada, pero a la vez sólidos, bien equipados y luminosos.
Los que escribimos en los periódicos somos por lo general demasiado viejos y demasiado elitistas como para entender que la anomia indiferente de estos nuevos paisajes urbanos no los hace menos deseables, que su abismal mediocridad visual no les resta valor inmobiliario, y que su desmayada actividad colectiva no es tan importante para el que allí compra como la calidad de las carpinterías o los alicatados de los pisos. La vida de barrio ha sido reemplazada por la vida de urbanización —una forma de ocupación del espacio y el tiempo que se produce también en las nuevas promociones de la costa—, y estos modos inéditos de relación y consumo son para muchos un aliciente añadido: si no hay vida en la calle, la habrá en el centro comercial, en torno a la piscina comunitaria o en la barbacoa del jardín. Millones de españoles han votado con los pies (o con las llantas) y con las hipotecas por la desteñida suburbanidad de las periferias y por la masiva colonización vacacional del litoral, expresiones ambas de la prosperidad económica, pero también de una democracia política que otorga la capacidad reguladora a unos municipios inermes ante las fuerzas colosales que modelan el territorio. Por más que habitualmente rapaces y ocasionalmente corruptas, esas fuerzas se alimentan de la capacidad de elegir de los compradores inmobiliarios, y los paisajes que han configurado retratan fielmente la sociedad española de la democracia. Son, además, electoralmente demoledoras, como ha podido comprobarse en el caso caricaturesco de la Costa del Sol, pero como pudo también constatarse cuando el ‘nuevo laborismo' británico se vio obligado a archivar el Urban White Paper elaborado por Lord Rogersque recomendaba abstenerse de construir en zonas vírgenes (los greenfields), por entender que enajenaría a esas clases medias emergentes del chalet y el 4x4 que forman el soporte demográfico y electoral de cualquier centro político europeo.
En una reciente exposición en el madrileño Círculo de Bellas Artes, el arquitecto César Portela mostraba sus intervenciones en dos paisajes gallegos de singular belleza y emoción, la carballeira de Lalín y las islas de San Simón y San Antonio, en la ría de Vigo, dos lugares intactos que la bulimia turística y vacacional no ha devorado todavía con su maquinaria inapelable, y la coincidencia con la crisis marbellí animaba a preguntarse por el contraste que brindan entre lo que hemos sido y lo que somos. La carballeira, una estancia en el bosque presidida por una monumental mesa de granito donde centenar y medio de vecinos encuentran acomodo en las celebraciones comunales, es un espacio de arcaica poesía que evoca la fiesta popular y el misterio sagrado, pero a la vez recuerda el tiempo detenido de la aldea y el control asfixiante de la superstición y el hábito; las islas de la ría, emplazamiento de un antiguo lazareto y prisión, deslumbran por su naturaleza melancólica y el esplendor romántico de sus construcciones esenciales, pero también en ese mundo perdido de sillares y líquenes que el arquitecto apenas roza con acentos de vidrio late un pasado ominoso de enfermedad, castigo y aislamiento. En contraste con los paisajes triviales y ostentóreos de Marbella, con su fauna rosa de colágeno y joyón, la belleza dolorosa de los paisajes desvanecidos nos atrae con la fuerza magnética del abismo del tiempo. Sin embargo, si miramos de frente sin el velo húmedo de la emoción estética, sabremos reconocer que los nuevos paisajes de la prosperidad narcisista nos retratan mejor que esas huellas exactas del pasado, conservadas como un insecto en el azar del ámbar. Hipócrita lector, Marbella somos todos.

Nine-eleven+five: más torres y más muros



El siglo XX terminó en Berlín, pero el XXI comenzó en Nueva York. La guerra fría entre las ideologías finalizó con la demolición de un muro, y la paz caliente entre las civilizaciones se inició con el derribo de dos torres. Cinco años después de lo que los anglosajones llaman nine-eleven, el pronóstico sobre la muerte del rascacielos se ha revelado tan erróneo como la anterior previsión acerca de la desaparición de los muros que fragmentan el planeta. La globalización técnica y simbólica sigue levantando edificios en altura que portan un mensaje impositivo y optimista, mientras a ras de tierra el mundo se craquela con innumerables vallas limítrofes y cortafuegos informáticos que procuran impedir el tránsito de las personas y las ideas. (Foto: AP/Radial Press)
En Chicago, la cuna del rascacielos, Santiago Calatrava proyecta el que será el más alto de Estados Unidos, mientras la administración federal blinda la frontera con México mediante alambradas, fosos y sensores de calor; en Shanghai, con más grúas y torres que ningún otro lugar, la culminación del World Financial Center —diseñado por la firma norteamericana Kohn Pedersen Fox— llevará a la ciudad el récord de altura que últimamente han ostentado Kuala Lumpur y Taipei, al mismo tiempo que el gobierno chino censura Google o Yahoo e impide el acceso a la Wikipedia con barreras cibernéticas; y en Dubai, dentro del convulso Oriente Medio donde en su día nacieron las ciudades, la oficina de Skidmore, Owings & Merrill en Chicago se propone batir a Shanghai con un rascacielos todavía más alto, llevando el techo del planeta al Golfo Pérsico sin que este logro de la economía global sea obstáculo para la proliferación en la región de muros fronterizos entre ricos y pobres, sean éstos los habitantes de Arabia Saudí y Yemen o los de Israel y Palestina. Incluso en nuestra periférica España, la proliferación de torres en las grandes ciudades y en los destinos turísticos —del obús polícromo de Jean Nouvel en Barcelona a los cuatro rascacielos que se construyen en el madrileño Paseo de la Castellana, pasando por las múltiples obras de la costa mediterránea y el archipiélago canario— no es incompatible con el sellado de las fronteras meridionales con los radares del Estrecho de Gibraltar, las vallas de Ceuta y Melilla o las patrulleras del Océano Atlántico, desbordadas de continuo por la miseria de África.
Ni el de Berlín resultó ser el último muro, ni el atentado contra las Torres Gemelas marcó el declive de los rascacielos. Entonces parecieron gigantes con los pies de barro, pero acaso su vulnerabilidad no sea tanto técnica como social, y la seguridad de estos emblemas del poder político y económico esté más amenazada por la multiplicación de las barreras que fracturan el territorio, segregan las poblaciones y alimentan el resentimiento, que por el riesgo asociado a su audacia estructural y a la complejidad de sus instalaciones. Los comandos suicidas del 11 de septiembre estaban dirigidos por un arquitecto, Mohamed Atta, formado en El Cairo en la Escuela de Arquitectura más antigua del mundo árabe —en la que también se tituló Hassan Fathy, el mas importante arquitecto egipcio, abogado de la construcción neovernácula al servicio de los pobres frente a la modernidad occidentalizante—, y graduado después en urbanismo en la TUHH de Hamburgo —una joven universidad politécnica cuyo decano del departamento de planificación urbana, Dittmar Machule, defensor de los trazados tradicionales, había intervenido en la rehabilitación de la antigua ciudad siria de Aleppo— con una tesis sobre el conflicto entre el urbanismo islámico y la modernidad, lo que permite conjeturar que el objetivo del ataque terrorista fue, además de político, arquitectónico. Una conclusión similar se extrae del análisis que ha hecho Eyal Weizman de Ariel Sharon como arquitecto, cuando explora la geometría de la ocupación de Cisjordania desde la intersección del poder, la seguridad y el urbanismo, mostrando hasta qué punto la estrategia militar, la geopolítica de la protección y la arquitectura del territorio son inseparables.
Transcurrido un lustro desde el 11 de septiembre, el encuentro catastrófico del rascacielos y el avión ha hecho más costosa la construcción en altura, y más fatigoso también el uso de la aviación comercial, pero la onda expansiva del evento ha hecho más daño en el suelo que en el cielo, y el rosario de bombas islamistas que ha abierto una grieta de pánico entre Madrid y Bali ha sacudido menos la arquitectura de la globalización que el descrédito de un imperio belicoso, tan impotente para garantizar la seguridad e implantar la democracia en los países musulmanes ocupados como incapaz ha sido de levantar en el vacío trágico de la Zona Cero —embarrancado en un marasmo más inmobiliario que cívico— un signo arquitectónico de aplomo y esperanza. Al otro lado del Atlántico, Londres ha sabido reemplazar un edificio destruido por el IRA, el Baltic Exchange, con una torre liviana y luminosa, construida por Norman Foster para una aseguradora suiza, y que se inserta en el perfil de la City como un proyectil pacífico: si Occidente quiere proponer un icono de encuentro y curación para el trauma del horror, este rascacielos raudo y romo es un buen candidato.
Mientras tanto, seguiremos contemplando la devastación del Líbano como un remedo titánico de las deconstrucciones de Gordon Matta-Clark, la guerra civil de Irak como un conflicto existente sólo en las pantallas que recogen impasibles el enésimo estallido, y el amenazante empeño de Irán en crear una bomba atómica musulmana como apenas un enredado juego diplomático, durante este extraño agosto en que hemos visto a los españoles secuestrados por el verano caínita del 36, a los alemanes, de Günter Grass a Arno Breker, secuestrados por su pasado ominoso, y a los cubanos secuestrados por un Fidel Castro que se secuestra lastimeramente a sí mismo, sosteniendo un diario como prueba de vida. Pero quizá T.S. Eliot tenía razón, y así es como el mundo termina, not with a bang but a whimper: no con una explosión, sino con un gemido.

Construcciones de película


La arquitectura ama el cine, pero este sentimiento es rara vez correspondido. El ojo en movimiento de la cámara se ha alimentado copiosamente de la construcción contemporánea, y sin embargo no es frecuente que el cine se proponga desentrañar los mecanismos de la creación del espacio, prefiriendo limitarse al consumo de escenarios y al ocasional protagonismo de algún arquitecto de dibujos animados. Hace tres años, la película de Nathaniel Kahn sobre su padre, el legendario Louis Kahn – My Architect. A Son's Journey –, fue un testimonio conmovedor del viaje de un hijo ilegítimo hacia sus fuentes biográficas y hacia el corazón de la arquitectura, un retrato ensimismado, amargo y perplejo del progenitor al que apenas llegó a conocer y del maestro cuyas huellas se buscan en edificios impasibles, y una prueba palpable de la poesía y emoción con que el cine puede comenzar a saldar su deuda con la construcción. Esta temporada, los documentales de Sydney Pollack sobre Frank Gehry y de Mirjam von Arx sobre el ‘pepino' de Norman Foster que se han estrenado de forma casi simultánea, suministran visiones abiertamente enfrentadas sobre el papel social, artístico y urbano de la arquitectura, y sobre los procesos de colaboración profesional, negociación económica y pugna política en los que se enmarca.
En Sketches of Frank Gehry, el director de Hollywood dibuja a su amigo arquitecto con los trazos hiperbólicos del genio, y tanto en sus relajadas conversaciones como en las numerosas entrevistas a clientes empresariales o colegas artistas, el veterano maestro de Los Ángeles aparece como un niño juguetón y sabio que produce belleza con espontaneidad distraída, por más que asegure necesitar sufrir, porque “cuando sale demasiado fácil es que está mal”. Pero el cineasta desmiente sus palabras filmándole mientras dibuja con fluidez sus líricas madejas de líneas enrevesadas o mientras construye pequeñas maquetas con cartulina y cello, pensativo a veces, alborozado las más; y le contradice también cuando el arquitecto manifiesta su admiración por los pintores, y asegura no haber logrado crear “superficies pictóricas”, un gesto de humildad que Pollack contrapone a una sucesión fascinante de fachadas tornasoladas y ondulantes. Al final, la maqueta queda bien “cuando tiene un aspecto suficientemente estúpido”. “¿Y el material?” “No lo sé todavía”. En todo caso, “los edificios tardan tanto en construirse que cuando se acaban ya no me gustan”.
Desde el Michael Eisner de Disney o el Rolf Fehlbaum de Vitra hasta el Thomas Krens del Guggenheim o el Dennis Hopper que vive en una casa diseñada por él, todos sus clientes se unen en una letanía de admiración polifónica; los artistas, de Ed Ruscha o Chuck Arnoldi al ubicuo Julian Schnabel, se suman con entusiasmo al coro de alabanzas; y los escasos arquitectos entrevistados, desde el ya muy debilitado Philip Johnson a los críticos Charles Jencks y Herbert Muschamp, expresan opiniones que van desde el aplauso al entusiasmo. Sólo el historiador Hal Foster pone una nota de censura, y tan confusamente expresada que más bien legitima el tono complaciente del retrato. En este océano de halagos y de almíbar, el personaje más pintoresco resulta ser Milton Wexler, su psicoanalista durante los últimos 35 años, que irónicamente rehúsa el mérito por la transformación creativa de Gehry (tras el inicio de la terapia abandonó la arquitectura convencional que hasta entonces construía) y explica cómo desanima a los muchos arquitectos que acuden a él en busca de una receta milagrosa desde que se corrió la voz acerca de su método.
Con un enfoque casi exactamente opuesto a la exaltación californiana de la inspiración individual, Building the Gherkinpresenta la construcción del rascacielos londinense como una empresa colectiva, y la joven directora suiza Mirjam von Arx logra transmitir con admirable verosimilitud tanto la complejidad de los escenarios políticos y mediáticos donde surge la arquitectura como la diversidad de sus protagonistas técnicos y empresariales. Combinando el espectáculo emocionante de la edificación en altura con la narración de las vicisitudes laberínticas de su planificación y los inevitables conflictos y crisis de su desarrollo, la cinta es a la vez un relato heroico y una comedia de costumbres, tan pedagógica en su registro de los procesos de ejecución y toma de decisiones como perceptiva en el retrato de los personajes, una multitud de ejecutivos, burócratas, diseñadores y contratistas: desde el propio Norman Foster, que argumenta con corrección exacta y helada, hasta el casi siniestro gerente municipal de urbanismo, Peter Wynne Rees, y pasando por los representantes del cliente —la aseguradora Swiss Re—, encabezados por una formidable, cálida e intimidatoria Sara Fox, todos se perfilan con empatía y sentido del humor, fabricando con sus indecisiones, fobias y desencuentros una soap opera vital y vibrante.
El rascacielos se levanta en el emplazamiento del Baltic Exchange, un edificio destruido por las bombas del IRA, y su construcción se había iniciado cuando se produjeron los atentados del 11 de septiembre, de manera que la película recoge a la vez el impacto del terrorismo sobre la seguridad de la construcción en altura y sobre el balance de la propia compañía aseguradora que promueve la torre, marcando unos compases sombríos que se compensan con otros episodios de alta comedia, como los que documentan la decisión de contratar el interiorismo —con gran disgusto de Foster— a una firma distinta. Producto de cuatro años de trabajo, el documental sobre el primer rascacielos construido en la City en los últimos 25 años —que comenzó como un proyecto extraordinariamente controvertido y ha acabado siendo un símbolo de Londres, y escenario ya de películas como Instinto básico II y el Match Point de Woody Allen—, es sobre todo una descripción minuciosa y titánica de cómo la arquitectura se enreda con la vida, y un homenaje crítico y lúcido a las mujeres y hombres que hacen posible ese milagro, la materialización en el espacio de un sueño dibujado. En ese territorio improbable hay bien poca distancia entre Foster y Gehry, y la recién terminada pirámide del británico en Kazajistán se antoja tan onírica como las mareantes formas etílicas del californiano en la Rioja alavesa. Al cabo, sombras todas, construcciones de película, sueños de la razón o íncubos de la razón dormida.

Carta austral


Chile vive días de vino y rosas. Ni las periódicas protestas mapuches, ni las corruptelas administrativas que han empañado el gobierno de la Concertación, ni las vicisitudes judiciales de un dictador extraviado en su laberinto de soledad han alterado apenas la autoestima desbordante que refleja la Encuesta Bicentenario, realizada como preparación de la efeméride de 2010 y difundida recientemente por El Mercurio. Tres de cada cuatro chilenos consideran el suyo “el mejor país para vivir en América Latina”, según la encuesta publicada por el diario de Santiago, donde también se destaca España como el país más admirado, por delante de Estados Unidos: percepción que se produce en paralelo a la presencia española en sectores clave de la economía chilena —Endesa controla el 50% de la generación eléctrica, Movistar tiene el 47% de los teléfonos móviles, Santander y BBVA suponen más del 30% de la banca, Agbar reúne el 35% de los clientes del sector a través de Aguas Andinas, y Sacyr, Cintra, OHL o ACS son protagonistas en el área de infraestructuras, que incluye desde aeropuertos hasta autopistas—, una circunstancia que en otros países latinoamericanos ha generado más resentimiento que aprecio.
En este caso, la admiración es en buena medida mutua, y el diagnóstico publicado en estas páginas por Alain Touraine —“Chile como modelo”— es compartido por la mayoría de los líderes políticos y empresariales en España, donde tanto Michelle Bachelet como su mentor Ricardo Lagos son elogiados por su empeño en hacer compatible el crecimiento económico con la justicia social, e igualmente por su lucidez al saber combinar el homenaje a las víctimas de la dictadura con la búsqueda del consenso y la reconciliación nacional. Este último objetivo se materializa simbólicamente en el Palacio de la Moneda —el gran edificio clasicista barroco cuya construcción en el siglo XVIII por Joaquín Toesca fue novelada por Jorge Edwards en El sueño de la historia, y cuyo bombardeo el 11 de septiembre de 1973 devino el emblema trágico del golpe del general Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende—, la sede presidencial que Lagos ha querido exorcizar de sus demonios con un gran centro cultural excavado a sus pies, bajo la plaza ceremonial que se extiende frente al palacio: un colosal volumen iluminado cenitalmente y flanqueado por rampas —proyectado por el arquitecto Cristián Undurraga—, que ha representado al país en la última Bienal de Venecia, y que ha acogido también la exposición y las conferencias de la propia Bienal de Arquitectura chilena.
La selección de proyectos de la exposición constituye un retrato verosímil del actual momento de la sociedad chilena, cuyo auge económico está impulsado por un protagonismo de la iniciativa privada que deja escaso espacio a la promoción estatal, a diferencia de lo que sucede en tantos países europeos, donde la mayor parte de la arquitectura destacada tiene clientes públicos; aquí son contados los proyectos de esa naturaleza, y realizaciones tan formidables como las viviendas sociales Elemental en Iquique, impulsadas por Alejandro Aravena, o tan depuradas como el edificio de servicios públicos en Concepción, diseñado por Smiljan Radic, son más la excepción que la regla. El grueso de la muestra lo forman casas para clientes acomodados —entre las cuales la extraordinaria casa Poli, un prisma neoplástico proyectado por los jóvenes Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen sobre un acantilado vertiginoso—, universidades privadas como la Diego Portales de Mathias Klotz o la Adolfo Ibáñez de José Cruz, sedes corporativas, la inevitable bodega y el no menos inevitable hotel exótico, en este caso el apropiadamente denominado Remota, de Germán del Sol.
Con una nutrida representación española —que culminó con la intervención estelar de Rafael Moneo en la jornada de clausura—, el ciclo de conferencias y debates promovidos por la Bienal mostró tanto el orgullo de los chilenos en sus propios logros como la curiosidad cosmopolita por lo que se realiza fuera, configurando un paisaje profesional cuya proximidad intelectual y estética a Europa o Estados Unidos contrasta con su lejanía geográfica de esos dos escenarios. El Chile mítico de Neruda sigue existiendo en el territorio inabarcable y en el culto emocionado de los que peregrinan a su casa de Isla Negra —donde reposa en el jardín, frente al océano y junto a sus mascarones devocionales— como quien acude a un santuario nacional y poético. Pero la belleza topográfica y desvencijada de Valparaíso se rehabilita ya con el dinero de la nueva prosperidad chilena, las rentas minerales se complementan con el esplendor vegetal de los cultivos que se exportan, y los valles tibios que se desprenden de la cordillera albergan viñedos de geometría impecable. Allí, las hileras de cepas se rematan con rosales para facilitar la detección temprana de las plagas, y es posible que ese encuentro inesperado del vino y de la rosa sea una buena metáfora del momento aromático y eufórico que vive el país austral. Collige, Chile, rosas.

Lalín


Datos básicos

Con una extensión de su término municipal de 326 km2, es el municipio más grande de Pontevedra y el cuarto de Galicia. El censo del INE del año 2007 indica que 20.867 personas están empadronadas en este municipio.
El clima lalinense es Atlántico húmedo. Llueve con frecuencia y la temperatura media anual es aproximadamente de 12 °C.
Su alcalde es Xosé Crespo, del PP. La corporación municipal está compuesta por 13 ediles del PP, 5 del PSdeG y 3 del BNG.

[editar]Límites

Limita con los municipios de SilledaVila de CrucesAgoladaRodeiro y Dozón, pertenecientes también a la comarca de Deza, conForcarei y con O Irixo en la provincia de Ourense.

[editar]Flora

Los árboles del municipio son principalmente pinoscastañoseucaliptos y robles.

[editar]Curiosidades

Está considerado el kilómetro cero de Galicia. Según uno de los hijos ilustres de Lalín, el matemático José Rodríguez González(más conocido como matemático Rodríguez), el centro geográfico de Galicia está en la parroquia de Bermés, en Lalín.

[editar]Parroquias

El municipio pertenece a la Diócesis de Lugo, y está dividido en cincuenta y dos parroquias: Albarellos (patrona: Santa María), Alemparte (patrona: Santa María), Anseán (patrón: Santiago), Anzo (patrón: San Xoán), Barcia (patrón: Santo Estevo), Bendoiro (patrón: San Miguel), Bermés (patrona: Santa María), Botos (patrón: San Xoán), Busto (patrón: San Facundo), Cadrón (patrón: Santo Estevo), Camposancos (patrón: San Cristovo), Cangas (patrona: Santa Mariña), Castro de Cabras (patrón: San Pedro), Catasós (patrón: Santiago), Cello, O (patrón: San Martiño), Cercio (patrón: Santiago), Cristimil (patrón: San Xurxo), Doade (patrón: San Pedro), Donramiro (patrón: Santa María), Donsión (patrona: Santa Baia), Filgueira (patrona: Santa María), Galegos (patrón: San Miguel), Goiás (patrón: San Miguel), Gresande (patrón: Santiago), Lalín (patrona: Santa María das Dores), Lebozán (patrón: Santiago), Lodeiro (patrón: San Paio), Losón (patrona: Santa Baia), Maceira (patrón: San Martiño), Madriñán (patrón: Santo Adrao), Méixome (patrón: Santiago), Moimenta (patrón: San Lourenzo), Moneixas (patrón: Santo Adrao), Noceda (patrón: Santa María), Palmou (patrón: San Xoán), Parada (patrona: Santa María), Prado (patrón: San Martiño), Rodís (patrón: San Xiao), Santiso (patrón: San Román), Sello (patrón: Santiago), Soutolongo (Santa María), Val do Carrio (patrón: Santo André), Veiga, A (patrón: San Ramón), Vilanova (patrón: San Xoán), Vilatuxe (patrón: San Lourenzo), Xaxán (patrona: Santa María da Saleta), Xesta, A (patrón: San Fiz) y Zobra (patrona: Santa Mariña).

[editar]Etimología

En el Concilio II de Braga, bajo el reinado del Rey Teodomiro y en el año 572, se crean once Comitatus o Condados en la Diócesis de Lugo, siendo uno de ellos el Comitatus Dezensis, con su capital en un indefinido lugar de nombre Dezam, y que tenía sus límites entre el monte Sumio (Farelo), el río Arnoia (Arnego), Foxo y monte Carrio y parece que su primer Conde fue un tal Sinefredo Fernández Arias de Temes. El nombre de Lalín apareció el siglo X, refiriéndose al monasterio de San Martín, y las tierras que fueron trabajadas tiempo atrás por el colono "Lalino". Más tarde las heredaron los Condes de Deza. El nombre apareció en numerosos textos medievales y viene, supuestamente, de un juego de palabras con "lana" y "lino", por la abundancia que de estos productos. El Obispos Odoario, al regresar de su cautiverio en Africa, por intercambio de prisioneros negociado por Alfonso I, e instalado de nuevo en la Sede Lucense hace uso del derecho de presuría y emprende la restauración de la diócesis. Reedificó la ciudad de Lugo, arrasada por los moros, y entregó las villas a sus compañeros de cautiverio y a sus ‘familiares’, quedando los nombres de estos en Guntín, por Guntino, Destriz por Desterigo, Vila Cendoy por Sendón, Mazoy y Macedon por Macedonio, Vilamarce por Marco, Framil por Framiro, Ramil por Ramiro y Agari (hoy Portomarín) por Agarico, de lo cual se ha deducido, aunque sin fundamento, que Lalín por Lalinus. En su testamento, Odoario deja a la Iglesia Lucense el señorío de la propia ciudad de Lugo “que toda la restauré desde sus raíces... y las villas que ahora diré y adquirí por derecho de ocupación y poblé con parientes y familiares míos..”, y pasa a nombrar, entre otras, “en Ventosa la iglesia de San Mamed de Trabancas y San Andrés de Orrea; en Deza San Juan de Palmou, Santa María de Bermés y San Juan de Botos; la iglesia de Santa María de Trasdeza que llaman Pedre..”. Este documento está confirmado por el Rey Alfonso I y es un título dotal (scriptura dotis), requisito previo indispensable para fundar ó restaurar una iglesia. De 1094 data un documento de donación por el que un tal Suario, hijo del Conde Munio ó Muño, por tanto es Don Suario ó Suero Muñoz ó Muñiz, dona a la Iglesia de Lugo varias villas en tierras de Lemos y Chantada, de donde menciona la villa de Agoada. Esta donación la efectúa condicionada a que su esposa Doña Sancha Vela, hija de Vela Ovéquiz, las tenga en usufructo de por vida pues se comprometen ambos a ‘no trasladarse a otra parte y permanecer aquí perpetuamente’. Ambos esposos lo hacen, seguramente, ‘in praetio sepulturae’ en la Catedral, pasando así a ser ‘familiares’ del Obispo. Al morir ellos, toda la hacienda que posean además de todo lo mencionado y las porciones de monasterios que les correspondan por herencia de su madrastra (noverca), la Condesa Doña Elvira, que al morir ésta debían pasar al otorgante de este documento, y eran : “En Deza la sexta parte de Lalini, ó sea la sexta parte del monasterio de San Martín de Lalín, fundado allá por el 970 por el Obispo de Dumio Don Arias; la duodécima parte de Belleli, (acaso Belelle); la sexta parte de San Andrés de Carmoega y todo lo demás que en aquellos confines me pertenece; en Camba, Villanueva de Abdellane (Adelán), Fagildi (Failde), Vilela, Rivo (Río), Saa y todo lo que en Camba tenía Don Munio". El escudo de Lalín está formado por una corona condal; el emblema de la Orden Militar de la Banda,sobre fondo verde para indicar la obligación a ayudar a los desvalidos (aunque en el original parecen lobos o dragones en lugar de leones y el fondo es rojo) que se cree fundada por Alfonso XI. Una banda que se colocaba del hombro derecho al costado izquierdo y una distinción a la que se accedía por servicios prestados en la corte o por diez años de vida militar; y debajo, el emblema de la Orden de la Quercia (quercus, roble o encina en latín), Orden del Roble, también conocida como Orden de la Encina, (muy asociada en todo el norte peninsular a la presencia milagrosa de Vírgenes Negras) y de origen aparentemente navarro por sobre el año 875. La opinión popular es que se trata del 'Carballo da Manteiga', un supuesto roble milenario que hubo en el indeterminado 'campo da feira' bajo el cual las mujeres vendían la manteca y los quesos artesanales. Como fuera, las semejanzas con esos antiguos emblemas militares nos parecen bastante evidentes.

[editar]Historia

En Lalín hay unos treinta castros, que evidencian la prehistoria local, y también hay una docena más de topónimos que muestran que ha habido asentamientos semejantes, pero ya desaparecidos. Se conservan, además, un centenar de mámoas, anteriores a la época de los castros.
También ha habido hallazgos prerrománicos, como puntas de flechas, objetos de cerámica, machetes, etc.
En la época Sueva la comarca hubo de revestir alguna especial importancia porque aquí se ubica el asiento de algunos reyes.En un documento de San Martín Pinario por el que un tal Quizagón vende a Cakarit, Ondemaro y Fonsino y sus herederos, un ‘villar’ ó posesión situada entre los ríos Deza y Fletas, cerca de una ‘estrada’ que va hacia Portugal y delimitada por una ‘pennas maiores’ e ‘inde in anta’, ‘et inde ribulo de lobos et inde per ipsa strata da obra q discurre in Portuga.. Unde primiter decimus, vendimus a uobis villare de Zobra ab integro.’ Con todo cuanto en el hay, tanto cosas que producen fruto como infructuosas. Este documento se conserva original, escrito en papel, lo que prueba su autenticidad, ya que el pergamino no se comenzó a usar hasta el siglo VIII. Escrito en letra sajona, delata la presencia de monjes ingleses y su fecha es la ‘era’ DCCCXXVI, que Murgia traduce por 828 asumiendo que la primera X sería X’, en cuyo caso tendría que valer 50, de lo contrario es 788. Lo curioso es que esta venta la confirman tras de los testigos ‘RAMIRUS REX’ y ‘SILUS REX’. En la comarca de Deza se ubican los lugares, muy próximos uno de otro, de Donramiro (Don Ramiro) y Donsión (Don Silón), y aún un tercero Donfreán. Hay una carta donación de Carboeiro del 960 y otra de Antealtares del año 968, y en ambas, los donantes se dicen nietos de su abuelo el Rey Don Silo. En la primera, un archidiácono dona al monasterio de Carboeiro, el lugar de Silonis (Donsión), que fue de su abuelo el Rey Don Silo. En la otra carta donación de 968, el diácono Don Munio ó Nuño concede a San Pelayo de Antealtares, la villa de Felgaria (Filgueira), también en tierras de Deza, que había tenido su abuelo el Rey Don Silo, ‘avus meus Rex don Silus’. Si estos dos reyes gobernaban a un mismo tiempo en Galicia, cosa casi imposible, uno lo tendría que hacer en la Gallaecia Lucense y otro en la Bracarense, pero teniendo su domicilio ó posesiones ó su lugar de nacimiento en tierras de Deza. Para eludir este misterio, simplemente se dice que el dicho documento es falso. Pero si lo admitimos como posiblemente cierto, para firmar como Rex, por fuerza habían de poder hacerlo, por tanto, creemos que eran hermanos, el mayor Ramiro, después Silón y, tal vez, aún uno más joven, Freán. Si le estimamos al mayor una edad de 30 años, por ejemplo, en el momento de firmar el citado documento, habría nacido en 758, 25 años antes de la muerte del Rey Silo de Oviedo, por tanto, nos inclinamos por creer que pudieran ser hijos legítimos de Silo en su primera mujer, seguramente de origen árabe. Es más, creemos que Ramirus Rex es el conocido como el tyranniden Mauregato (Mourogato, Maragato) que tanto se opuso a la coronación de Alfonso II.
Una de las disposiciones emanadas del Concordato de 1753 es la conocida como ‘Circular del Plan Beneficial’ promulgada en 1769 por el Rey Carlos III. Se encarga a los Obispos para que informen sobre su Diócesis acerca de cuales parroquias se pueden suprimir, unir ó incorporar, con sus cargas, rentas y demás e indiquen si dentro de su territorio diocesano hay alguna parroquia no sujeta a su jurisdicción. Como consecuencia de esta especie de censo tenemos una lista fidedigna de las parroquias del Arciprestazgo de Deza con indicación de sus titulares y rentas:
  • Santa María de Albarellos, parroquia de la Encomienda de Beade de la Orden de San Juan de Jerusalén.
  • San Esteban de Barcia, con Santiago de Anseán, laical del Conde de Lemos. 1.100 Rs.
  • San Miguel de Bendoiro, con San Martín de Prado, laical de la Casa de Don Freán, del Arcediano de Deza y otros. 3.300 Rs.( )
  • Santa María de Bermés, presentación del Monasterio de Bernardos de Acebeiro. 2.200 Rs.
  • San Juan de Botos, con San Fiz de Gesta, del Conde de Lemos. 3.300 Rs.
  • San Esteban de Cadrón, con Santa Eulalia de Palio y San Julián de Rodís, del Obispo de Lugo alternando con la Casa de Cangas y la de Gil Ares. 2.200 Rs.
  • Santiago de Cercio, con San Martín de Cello, de Su Majestad y del Obispo de Lugo. 1.100 Rs.
  • Santa María de Don Ramiro, con Santa Eulalia de Don Sión y San Martín de Lalín, de Su Majestad y del Obispo de Lugo. 4.400 Rs.
  • San Pedro de Espiñéira, con Santiago de Levozán y Santa María de Zobra, laical alternativo de las Casas de Don Freán y Liñares. 2.200 Rs.
  • Santa María de Filgueira, con San Román de Santiso, laical de la Casa de Cardegía y Filgueira. 2.200 Rs.
  • San Miguel de Gallegos, con San Cristobal de Camposancos, laical de muchas voces. 1.100 Rs.
  • San Miguel de Goyás, laical del Conde de Lemos. En 1598 habían sido unidos ‘ad perpetuum’ los beneficios de San Miguel de Goyás y de San Cristobal da Pena en Iaián, con consentimiento del Abad de Azibeyro que tenía San Cristobal, que por entonces figuraba como ‘anexo’ de Goyás. 4.400 Rs.
  • Santiago de Gresande, con San Jorge de Cristimil, la primera del Conde de Lemos, Cristimil de diversas voces. 1.100 Rs.
  • San Pedro de Losón, con Santiago de Fontao, de Su Majestad y del Obispo de Lugo. 4.400 Rs.
  • Santa Eulalia de Losón, con San Facundo de Busto, laical del Conde de Lemos. 3.300 Rs.
  • San Martín de Maceira, con San Pedro de Castro de Cabras, de Su Majestad y del Monasterio de Bernardos de Osera. 2.200 Rs (200 Ds.)
  • Santiago de Méijome con San Cipriano de Madriñán, laical de la Casa de Cardegía. El cura solo percibía dos tercios, con el resto estaba dotado un préstamo de la Casa de Lemos. 1.100 Rs.
  • San Lorenzo de Moimenta, con San Pedro de Alperíz y Santa María de Parada, laical alternativa de las Casas de Cercio, Quintela en Chantada y San Mamed de Agüela. 1.000 Rs.
  • San Adriano de Moneijas, con Santiago de Catasós, de Su Majestad en los ocho meses apostólicos (los dos primeros de cada trimestre), y en los cuatro meses ordinarios, alternativo entre el Arcediano de Deza y el Mayorazgo de Don Freán. 4.400 Rs.
  • Santa María de Noceda, con San Juan de Anzo, laical del Conde de Lemos.
  • San Juan de Palmou, con Santa Marina de Cangas, San Pedro de Erbo, San Mamed de Fuentecabalos y Santiago de Sello, laical de varias voces. 3.300 Rs.
  • Santa María de Sotolongo, parroquia de la Encomienda de Beade de la Orden de San Juan de Jerusalén.( )
  • San Juan de Toiriz, laical de tres ‘troncos’.
  • San Juan de Villanueva, con San Pedro de Doade y San Pelagio de Lodeiro, laical del Conde de Lemos. 3.000 Rs.
  • San Lorenzo de Villatuxe, de Su Majestad y del Monasterio de Acebeiro. 4.400 Rs.
  • Total, de las que se tiene información, 51.300 Reales, 4.664 Ducados o 23.318.200 Pts.de 1999.
El plan de Arreglo de la Diócesis lucense fue presentado por el Obispo en 1890 y sancionado por Real Decreto del Ministerio de Gracia y Justicia al año siguiente. Por este Arreglo Parroquial se crearon siete nuevas parroquias, entre ellas la de Santa María de los Dolores de Lalín, y como anejos de Goyás, las de Jaján y Veiga.Quedaron definitivamente suprimidas como tales Alperiz, Erbo, San Martín de Lalín y San Cristobal de Pena en Deza; San Pedro de Mosteiro en Dozón y San Esteban de Basadre en Ventosa. Quedaron suprimidas como parroquias pero pasando a la condición de anejos, Alemparte, San Juan de CambaRiobó y Senra en Camba; Donramiro y Rodís en Deza; Ansemil en Trasdeza y Berredo en Ventosa. En 1864 y 1865 respectivamente salió a subasta la construcción de las Iglesias parroquiales de Becerreá y de Lalín, pero las obras no se llevaron a cabo hasta unos cuarenta años más tarde por la usual falta de liquidez del Gobierno.

[editar]Personalidades

Algunas personalidades del municipio son el pintor Laxeiro, el astrónomo Ramón María Aller Ulloa, el aviador Joaquín Loriga, el matemático Rodríguez, el político Xosé Cuíña, etc.

[editar]Economía local

La situación de Lalín como centro geográfico gallego, lo sitúa como un punto de confluencia comercial importante. El municipio cuenta con importantes empresas en todos los sectores. Lalín tiene los polígonos industriales de Botos y Lalín 2000, con numerosas empresas instaladas en ellos y teniendo proyectada la construcción de un tercero en la zona de Catasós.
Una importante industria en Lalín es la del textil. Hay varias empresas lalinenses de moda de gran importancia a nivel nacional.
Una iniciativa comercial es el CCU (Centro Comercial Urbano), compuesto por empresas del municipio. Lalín cuenta también con dos grandes centros comerciales.
Ahora también existe una nueva asociación que se llama Forum Urbano, que se compone de un gran número de comerciantes, empresarios, hosteleros y sector servicios, los cuales están trabajando en la mejora de todos los sectores.

[editar]Deporte

El equipo de fútbol de Lalín es el CD Lalín, que actualmente está en regional preferente. El balonmano también es de vital importancia en el municipio, con su equipo, el Clube Balonmán Lalín, así como el equipo de Rugby "Os Abellóns" que juegan en 1ª División Nacional.

[editar]Festividades

El domingo anterior a carnaval, en Lalín se celebra la Feria del Cocido, una de las fiestas gastronómicas gallegas de mayor importancia, en la que se exponen y se degustan cocidos y otros productos típicos de la comarca del Deza. Además, se realizan desfiles de carruajes, comparsas, etc. También se celebran conciertos, exposiciones y la Gala de la Gastronomía, donde se entregan los Premios de Gastronomía de Galicia.
Otro acontecimiento festivo es la Feria del Caballo, en la primera semana de abril.
En el mes de septiembre, se celebran las fiestas patronales, en honor a la virgen de As Dores (Los Dolores), donde hay ferias, conciertos y otras actividades lúdicas.
En la parroquia de O Corpiño, se celebra una importante romería religiosa, donde acuden devotos de toda Galicia, los días 23 y 24 de junio. Era creencia general en el pueblo, sobre todo entre la gente no urbanizada y muy especialmente entre los campesinos, que todas las mujeres que blasfeman y hablan locamente de cosas del infierno, pretendiendo ser alguno de los principales diablos y aun tener comercio con Satanás, y que acuden a determinados santuarios, en donde se acentúan más sus gritos, sus blasfemias y sus desesperadas contorsiones, tienen el demonio en el cuerpo. Varios santuarios de Galicia tienen fama de curar esta clase de enferm@s, a cuyo mal llaman en el país 'Ramo Cativo', ó 'locura ruin', porque a los venáticos se les llama 'arramados', producido por el demonio que tienen en el cuerpo. Son los más notables el llamado O Corpiño de Lonxe, en Lalín, para diferenciarlo de otro Corpiño que hubo en la provincia de Lugo. Hubo un cura en Grolos, Ayuntamiento de Guntín, de nombre Villamerelle, que se había hecho sacerdote en tan solo tres años, (órdenes menores), el cual, queriendo que su Iglesia fuese conocida, encargó a un escultor una imagen de la Virgen del Corpiño y se dio tal maña que en pocos años eran muchas las endemoniadas que iban a buscar allí la milagrosa curación por medio de los exorcismos y las numerosas reliquias que prodigaba el cura. El Obispo de Lugo Fray Gregorio María Aguirre hubo de reprenderle severamente por ello retirándole la mayor parte de aquellas reliquias por falsas. La parroquia cobró verdadera importancia hasta el punto de que llegó a tener una Feria bastante importante. Hoy día siguen acudiendo al Corpiño de Lonxe, todos los días del año, fieles de todas partes para que, antes y después de la ceremonia religiosa, el parroco les bendiga uno a uno con sus reliquias. No en más de una ocasión en este ritual alguna gente cae al suelo gritando de forma horrenta, y por orden del párroco suelen volver un par de días más.
Los días de mercado son el 3 y el 18 de cada mes.